Este factor es de vital importancia ya que esta relacionado con una actitud de servir a los de demás y de ayudar desinteresadamente.
Es un comportamiento eminentemente psicológico y actitudinal, que un buen socorrista debiera saber desarrollar sin problemas. De nada sirven la preparación física y de habilidades en el salvamento si sus valores o cualidades humanas fallan.
Los valores humanos se van adquiriendo a lo largo de la vida de cada individuo fruto de las distintas interacciones del mismo con otros iguales y sobre la base de la experiencia pasada del socorrista.
Hay individuos que quizás tengan poco estimulada esta faceta y le presten menor importancia o quizás ninguna, pero hay que remarcar que con la ausencia de estos valores difícilmente llegará un individuo a ser un buen socorrista.
Como cualquier habilidad se puede entrenar, mejorar e incluso que termine gustando al individuo la sensación de gratificación que puede en un momento concreto sentir con motivo de una actuación.
Debiera aflorar en el socorrista una aptitud de ayudar a los demás de forma gratuita y desinteresada, sin pensar en que es nuestro trabajo, lo hacemos simplemente por que nos gusta ayudar.
Hay que transmitir a todos la sensación de que nosotros estamos allí para ayudarles en todo lo que esté a nuestro alcance para conseguir la finalidad de un baño seguro.
El desarrollo de nuestra actividad se basa en un trato directo y cercano con los bañistas, tenemos que darle tintes de interacción dinámica donde no somos un mero espantapájaros a la sombra de una sombrilla esperando a que alguien solicite nuestra ayuda. Tenemos que dar una sensación real de cara a los bañistas, que estamos ahí para ayudarles, y no como meros espectadores de los distintos acontecimientos del verano en la piscina.